Algunas especies de roedores se comportan como animales altamente adaptados al medio y capaces de darse las circunstancias ambientales propicias, de colonizar infraestructuras urbanas (ejemplo el sistema de alcantarillado) y de acceder al interior de viviendas, locales e industrias. Estos roedores son un riesgo para la salud pública, ya que son los responsables de la transmisión de diversas enfermedades al ser humano actuando como reservorios y vectores de enfermedades, contaminando el agua y los alimentos. Asimismo son capaces de causar graves daños en las instalaciones y edificaciones deteriorando la calidad en el ambiente interior. Por lo tanto, es necesario llevar a cabo un plan preventivo de control de roedores que consiste en tres fases:
1. Diagnosticar las instalaciones con el objetivo de determinar la existencia de roedores, así como la vulnerabilidad de la instalación al acceso y refugio de estos.
2. Elaborar un programa de actuación en base a los datos recogidos en el diagnóstico teniendo en cuenta las siguientes medidas:
– Medidas sobre los elementos estructurales y constructivos, reduciendo la posibilidad de acceso y refugio de roedores.
– Medidas de optimación de las condiciones higiénico sanitarias y ambientales, dirigidas a evitar la atracción y alimentación de roedores
– Medidas sobre el desarrollo de comportamientos y hábitos saludables.
– Medidas de control directo mediante métodos físicos (trampas adhesivas…) y métodos químicos (rodenticidas)
3. Mantenimiento, cuyo objetivo es detectar todos aquellos factores que pudieran modificar la situación inicial.
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